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Hola
Cristian: Quisiera dejar constancia del extraño suceso que aconteció en
el curso de "Exploración
Cinestésica" que impartías este fin de semana en el centro: "La
Galería sobre el Pont" de
Mongat, Barcelona. Un
suceso del cual fueron testigos tanto alumnos como coordinadores.
Un
bebé, que casi no sabía decir bien su nombre,
caminaba con su padre y una niña pequeña frente al
edificio donde impartías el curso y que da a una terraza.
Cuando se acercaron, el bebe comenzó a señalar hacia el sitio donde tu
estabas diciendo "El Lobo". Es interesante porque el niño se
encontraba en la terraza detrás de las ventanas y nada se oía afuera,
sin embargo él estaba al otro lado de la pared y
detrás de la puerta, diciendo "El
Lobo", mientras señalaba hacia donde
estabas tú. Nadie podía verte ni oírte, porque estabas con los alumnos
dentro del aula.
Le acompañaba su padre,
un hombre de casi dos metros, bastante inquieto, por la insistencia del
niño. No entendía nada. El bebé señalaba con insistencia hacia el
interior de un local cerrado, estando él mismo fuera, en la terraza.
Además, se suponía que el bebé debía tener miedo
del lobo.
También estaba su hermanita o una amiguita, sin
ningún problema, escuchando a su hermano, sin ningún asombro.
Yo sabía que había notado tu presencia Cristian.
Así que le pregunté si quería venir conmigo que le enseñaría el lobo.
Bueno pedí permiso al padre y lo cogí en brazos.
De repente sonó un petardo y el bebé por un instante se olvidó del lobo
y quiso irse a los brazos de su padre. La pulsión de su corazoncito se
aceleró.
Al poco rato. Le dije, bueno ya pasó era un petardo, y los petardos
hacen mucho ruido. Se sonrió.
Le pregunté: ¿Como te llamas? y el bebé solo repetía "el lobo" señalando
en la misma dirección.
Volvió a abrir los bracitos para que lo cogiese y le pregunté ¿vamos a
verlo? Llevaba un chupete puesto en su boquita, pero aun así se oía un
"Sí" muy tranquilo.
Así que dejó al papá y a su hermanita, y se vino conmigo, sin conocerme
de nada porque le iba a enseñar el lobo.
Yo le dije, que no había ningún lobo. Pero que le enseñaría a un señor.
Tú no habías acabado la clase. Pero ya eran las ocho. Así que como sentí
el impulso ese que siento a veces muy fuerte, decidí entrar aun a riesgo
de que me mandaras a paseo.
Me asomé a la puerta del aula con el bebé en brazos y le enseñé los alumnos, un osito que había por allí, y el niño seguía
apuntando hacia ti Cristian, y repetía "el lobo".
Tu estabas completamente absorto.
Y le he dicho, bueno tranquilo es un señor, un ser humano, el lobo no
está. ¿Te asusta? Le pregunté, y movió su cabecita diciendo no.
Un regalo. Su pulsión fue en todo momento de mucha paz y serenidad.
Estaba contento de que alguien le enseñara
"el lobo", y yo de enseñárselo.
Yo tampoco tengo miedo del lobo.
Tengo tres hijos y me han pedido tratar a unos cuantos niños en mis
terapias.
Ya no tengo ninguna duda. Los niños ven. No tienen miedo a volar.
Sólo nos contaron mal la historia, al menos a mí.
Y ahora que ya vuelvo a tener criterio propio,
-lo recuperé con 40 años-,
acompañaré a todos los niños que se me acerquen, en el ver, en el
sentir. Porque veo y siento como ellos, y no veo nada malo en eso.
Un niño nunca dispararía al lobo, ni yo tampoco. Y por eso no teme al
lobo.
Pero el humano adulto no sabe lo que hace
Mis hijo "ven" muchas cositas, ya lo sabes. Descubren donde están las
llaves debajo de las pirámides. Tú me riñes ... Bueno es justo. Tú eres
el profesor. Tienes que dar buenas ideas, y yo te lo agradezco de todo
corazón.
Sin embargo, yo al igual que con ese bebé, hago lo mismo con los hijos
que traje al mundo. Y no nos asustamos cuando miramos de frente al lobo.
A ti esta historia te gustará porque el bebé reconoció al
Nagual desde
el otro lado del muro. Y eso está muy bien. Porque eres fuerte, y tu
configuración la perciben los hipersensibles.
Sé de que me hablan.
Para mí ha sido un regalo del Espíritu ese bebé. Lo dejó todo, a su
papá, a su hermanita para venir a ver el lobo conmigo sin conocerme de
nada
Eso es una enorme señal, de que "mi criterio propio" vale mucho, y que
mi papel de Madre lo cumplo bastante bien.
Acompaño Águilas, que no pienso convertir en
gallos ni gallinas.
Ninguno somos especiales ni mejores. Ni el bebé, ni mis hijos ni yo...
Sólo que la visión aural me sacó de los infiernos, y la única forma que
tengo de devolverlo al Espíritu, es sacando a otros desde donde estoy
Esa era la historia que te quería contar.
Cristina
Respuestas del profesor.
Gracias Cristina.
Se trata
de un niño muy especial. Todos los niños son sensibles y fuertes, en la
segunda atención, todos tienes un potencial inmenso, pero no todos son
idénticos.
La historia tiene un gran
valor porque expresa lo que tanto reflejamos en clase. El Ver te
configura de modo que las personas sensibles, los animales y los niños
te experimentan y te sienten de diferentes manera.
El vehículo mediante el
cual ellos te experimentan, incluso a través de una pared, es el mismo
que utilizamos para tratar a una persona en la distancia con las
técnicas psicoenergéticas. La relación es bidireccional.
Es importante el hecho
que, a pesar de lo extraordinario del suceso el niño no temía. Estaba
únicamente asombrado por lo que sentía y nada más. Relacionaba sus
impresiones con la presencia del Lobo, porque en su mentecita
infantíl era lo más se acomodaba a su aprehensión. Se
enfrentó por primera vez a algo completamente desconocido en magnitud y
naturaleza, algo tan inhabitual que no podía relacionarlo con una
persona. Este puede ser la razón del porqué mencionaba "El Lobo".
Muchos alumnos han
vivido experiencias semejantes, con animales y personas.
Este hecho
ocurrió en el
segundo nivel, cuando enseñabamos
justamente a los alumnos a despertar y
proyectar el doble energético, para explorar el entorno y tratar en la
distancia. ¿Casualidad?
Gracias por dejarnos
este testimonio.
Saludos a
tí y a todos los participantes del listado.
Cristian
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